7.41 h. Almensilla (Sevilla)
Carmela está asegurando a sus hijas en las sillas con los cinturones de seguridad. Será un milagro si el pequeño y sufrido utilitario arranca hoy. Ya llega tarde, tiene que dejar a las niñas en Pino Montano con su madre y luego volver sobre sus pasos hasta Mairena e incorporarse a su trabajo en la cafetería, y ya llega tarde.
7.41 h. Bollullos de la Mitación (Sevilla)
Paquito «el pocero» está poniendo un tubo de aceite al deposito de su scooter y pide a Cristobal el de la gasolinera que le ponga tres euros de gasolina. Se lo pide un par de veces y eleva el volumen de su voz notablemente alterado por que el muchacho del mono verde tontea con la chica de Seat León negro que ya a repostado y no termina de irse.
7.41 h. La Juliana (Carretera de Azcalcazar- Sevilla)
Gerardo, el hijo pequeño de un constructor propietario de algunas importantes urbanizaciones entre la costa y la capital saluda al guarda de seguridad de la garita de control mientras circula con la puerta del maletero abierta para que las bolsas de basura no dejen mal olor en su mercedes. Se detiene junto a los contenedores y descarga.
7.41 h. Autopista A-49 dirección Huelva
Isabel observa con gravedad el piloto encendido que le indica el depósito de gasolina vacío. Circula por la A-49 y está a punto de tomar la salida a Bollullos M. Umbrete. En el asiento del copiloto se amontonan algunas carpetas con su curriculum que sujeta en cada curva para que no terminen en la alfombrilla del coche. Sigue con la mirada una pequeña urbanización en la que ella diseñó varias casas.
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7.53 h. El semaforo está rojo para los vehículos que quieren girar a la izquierda. Carmela se vuelve en su asiento y con una toallita húmeda desechable limpia a la menor de sus hijas. La pequeña se ha derramado encima el brick de zumo de melocotón. «El pocero» pasa con su scooter muy pegado al pequeño utilitario de Carmela y golpea levemente el espejo con su manillar. Carmela le sonríe para evitar tensiones.
7.53 h. Paquito «el pocero», al que apenas las piernas le dan para apoyarse en el suelo, se muestra inquieto y con ambas manos introducidas bajo su camisa, una desde abajo y la otra por arriba, intenta colocar algo bien, algo que guarda allí. El semáforo de abre en verde y al unísono suena el claxon de un coche. Él se gira y con las manos ya liberadas hace un gesto tranquilo de interrogación.
7.53 h. El mercedes blanco de Gerardo se desvía junto al resto de vehículos en el cruce de Bollullos con Almensilla. Baja la ventanilla, saca su largo brazo izquierdo y saluda con una extraña alharaca a una joven que parece mostrarse indiferente pero a la que se le enciende el rostro. Gerardo queda contrariado e intenta seguir a la joven con la mirada pero el tráfico y la curva se lo impiden. En el salpicadero se amontonan facturas, citaciones y correo sin abrir.
7.53 h. Isabel habla por su teléfono móvil vigilante por si algún agente de circulación anda cerca. Isabel está muy estresada y suplica con lágrimas en los ojos un aplazamiento en el pago de una deuda. Isabel glosa sus importantes proyectos pasados cuando era una arquitecta reputada y bien pagada. Isabel cuelga el teléfono e insulta groseramente a su interlocutor que ya no la puede oir.
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7.55 h. Carmela se pregunta que demonios se traerá entre manos el individuo del scooter que la precede, ya que no para de hacer eses en una conducción a una mano, ya que la otra la tiene ocupada en una extraña pelea en el interior de su camisa. De forma sorpresiva una lluvia de billetes de cincuenta euros empiezan a brotar del motociclista y a pegársele en el parabrisas. Carmela está confundida y sabe que la estrecha carretera comarcal no le permite detenerse.
7.55 h. Paquito detiene su scooter en la cunetA, baja de la moto y se lleva las manos a la cabeza mientras decenas de billetes de cincuenta euros revolotean por la carretera al paso de los tres coches que venían tras él. Invocando a Dios obsesivamente, desesperado y con el rostro desencajado, intenta recuperar uno a uno los billetes. Los 2.300 euros de la venta de su cosecha de aceitunas de este año giran sobre si mismos reflejando los primeros rayos de sol.
7.55 h. Gerardo no para de repetirse que es el milagro que le ha estado pidiendo a su Dios: billetes de a cincuenta pasan junto a su ventanilla y a cientos, a miles. Baja la ventanilla e intenta inutilmente con su mano izquierda atrapar alguno, pero los billetes parecen estar vivos y huirle. Gerardo, como los otros dos vehículos buscan la próxima rotonda en la que poder invertir el sentido de la marcha. Gerardo ríe histérico y anuncia una y otra vez el milagro.
7.55 h Isabel no entiende que es lo que está pasando ¿de dónde salen todos aquellos billetes? ¿serán falsos? ¿se tratará de una broma? Mira que si los billetes son auténticos, se pregunta. Tiene que llegar a la rotonda y ser la primera en llegar al lugar, los billetes son suyos, nadie se los va a quitar. Ella intenta inútilmente un adelantamiento al mercedes blanco que le cierra el paso con un brusco volantazo de su conductor.
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Apenas faltan unos segundos para que el reloj marque las ocho de la mañana. Un hombre, en el kilómetro cuatro de la carretera de Bollullos de la Mitación a Almensilla, busca los billetes que le salieron despedidos desde el interior de su camisa por la acción del viento. En un intento de afianzarlos bajo su ropa logró justo lo contrario y éstos salieron volando como semillas de Diente de león. El hombre a recuperado algunos billetes que cuenta con manifiesta angustia mientras no para de implorar a Dios. Tres vehículos en fila india están detenidos en un lateral de la carretera en un pequeño ensanchamiento que permite un pequeño arcén. Las dos mujeres y el hombre han ayudado al desdichado Paquito a recuperar los billetes. Han aparecido todos menos uno.
Estas personas necesitan el dinero tanto o más que «El pocero» pero han ayudado (finalmente…) a éste a recuperar lo que era suyo. Solo un billete de cincuenta no ha aparecido, seguramente siga por allí.
Nota: Texto basado en un hecho real.