Ahogadas, en el silencio que te impones, permanecen escondidas en lo más recóndito de tus sentimientos.
Abres el diario y sabes que es para nada; para que se te hundan más profundas; para que no te brote ni la saliva con la que escupir con asco.
Cierras los ojos para que tu luz llegue muy adentro y saque de las sombras la palabra precisa que quieres lanzarles con fuerza. Pero no brota.
Pasas las páginas sin que suceda nada distinto a tu asco. Ahogadas tus verdades.
Miras las fotos, los rostros de lejanos semejantes, y no encuentras palabras: se disuelven con las bilis de tus entrañas.
Escuchas lo que escribo y una vez más sientes que pasé cerca de tu idea. Tu mirada recorre mis palabras, en silencio, y sientes que son las tuyas, las que no terminan de brotar de tus labios. Y te alivian. Me das las gracias desde tu silencio. Es por ello que seguiré escribiendo; moviendo palabras; diciendo lo que callas.
Tu voz
19 sábado Abr 2014
Posted Pensando en voz alta
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