Han pasado muchos años, y sigo sintiendo el tacto de cada una de vuestras manos en mí. La piel también tiene memoria. Es cierto que la intensidad de esos recuerdos se corresponden con el amor, la dependencia, el respeto, la admiración, la indiferencia o el miedo que se produjo en la unión de la mía con la vuestra.
Recuerdo mi pequeña mano dentro de la de mi padre. Recuerdo su olor, su calor, y el olor y el calor de aquel puerto de pescadores en Donosti. Cada vez que que paseo por un puerto de mar y cierro los ojos siento la mano de mi padre firme y caliente y su aterciopelada aspereza sobre la mía. Y el olor a mar no llega a solapar el olor a padre.
Abuela, cada mañana tu mano me acompañaba hasta la puerta del parvulario. Castigada por los abrasivos productos que usabas para limpiar aquellos portales, es el tuyo de los más poderosos recuerdos y cada vez que me pierdo en tus manos me brotan, como líquenes, pequeñas lágrimas que cristalizan antes de poder siquiera ser intuidas por ti, que tras hacerte luz sigues iluminando mi mano como si nunca ya la soltaras.
Miro la forma de mi mano para recordar la de la tuya. No recuerdo las formas con la misma precisión que recuerdo el tacto, la textura, la temperatura, el olor o el sabor. Es ahora que miro mi mano y no la veo muy distinta de la que fue y agarró la tuya. Está más erosionada, se ha doblado en tamaño, se ha aclarado su color y le han crecido pelos donde nunca los hubo. Se mantiene siempre cálida. Pero la tuya ya no está, y su recuerdo me duele, como el dolor producido por la muerte de un hermano.
No recuerdo tu mano, es curioso, la tuya tendría que ser la más rememorada, sentida, anhelada. La siento posándose sobre tu vientre y mi cabeza, ahí tras la piel, la grasa y todo ese líquido protector. Recuerdo tu brazo pesado y agarrado a él como un galán protector en miniatura. Pero tu mano no.
Me faltan manos para en este paseo agarrarme de las vuestras, las que hoy sois las únicas razones por las que sigo preso de los recuerdos de otras manos frías, protectoras, indiferentes, suaves, entrañables, ajenas, vivas, muertas…