Siempre me han gustado los cuentos con moraleja: “El amigo fiel” de Wilde me viene hoy a la memoria por sentirme rodeado de ratas de agua y molineros de palabra fácil.
De los muchos cuentos en los que he participado como personaje en el año que hoy termina, y a pesar de las especiales circunstancias que muchos vivimos, siento que algunos finales y las muchas moralejas me harán sentir por estos doce meses pasados un especial e imborrable recuerdo a pesar de no haber reparado en el calvo de gafas azules que respondía con un “¡Bah!” a cada planteamiento ese joven muchacho que bien podría ser yo.
Como a Hans de Wilde se me pegaron, o me pegué yo que también soy experto en no necesitar ayuda para meter la pata, corpulentos Hugh que no vieron más que lo que podría ver una rata de agua en un cuento con moraleja, pero no solo. Mis cuentos vividos este año han estado habitados por personas además de personajes como patitos amarillos despreocupados y pardillos entrañables con los que me identifico.
De las moralejas de los cuentos vividos este año me quedo con una que se repitió varias veces: diez mil miserables no suman la fuerza que pueda derribar a una persona honesta.
Gracias por seguir ahí un año más…