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La voluntad, de cuantas cosas creemos tener, es el bien más valioso. Controlar la voluntad es controlar el mundo. La voluntad propia y la voluntad ajena son dos manos que bien agarradas son más generosas y protectoras que diez madres y diez mil padres protectores. Es cierto que la voluntad puede ser indómita… hay que saber susurrarle con constancia y firmeza nuestros deseos, miedos, anhelos… y se cumplirán.
Este tiempo no es un punto y seguido en el tiempo. El cuento ya se acaba, y cuando lo cerremos será otra narración, con nuevos personajes, con otros protagonistas, con nuevas geografías: banqueros, políticos, jerarcas de las iglesias y todo tipo de charlatanes quedarán atrapados entre las cubiertas de ese cuento que madre alguna leerá jamás a su hijo antes de dormir.
Necesitan que necesitemos. Nos extorsionan porque necesitamos. Nos venden porque nos compramos. Nos roban porque tenemos el qué robarnos. Nos desprecian porque los despreciamos… No, no son ellos. Somos nosotros. A poco que los ignoremos, que dejemos que hagan su vida sin la nuestra, se verán abocados a la desintegración. En el momento que no los necesitemos, se evaporarán, se arremolinarán entorno así mismos e implosionarán. Sólo aquellos que escuchen la implosión se verán arrastrados. Sí, creo que la mayoría estará con la oreja puesta…
¿Crédito? quita, quita. ¿Vivienda en propiedad? aquí tiene las llaves, ahora es suya. ¿Vacaciones en la playa? por un tiempo pasearé por la montaña. ¿Unos días en la montaña junto a un lago de aguas azules en una cabaña de ensueño? mejor me quedo en casa leyendo. ¿Coche nuevo? ni el viejo…
A poco que coincidamos muchos susurrando a nuestras voluntades se comerán el sapo, su sapo. Es su historia y su mundo. Nosotros tenemos otro… no, el suyo no nos interesa. No lo queremos, gracias.