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Hemos caminado en la misma dirección desde puntos opuestos muy distantes. Hoy confluimos y nos detenemos el uno frente al otro. Nos miramos a los ojos durante un tiempo, fijamente. Uno de los dos es extremadamente tóxico y así se muestra. Decidimos seguir andando y nos alejamos dándonos las espaldas encarando el pasado ajeno. Llegaré allí, donde vertiste el veneno y las víctimas me recibirán con sus frágiles hilos de vida y me harán sentir que siempre estuve allí; que el veneno se me cuela también a mi como sí se me hubiese volcado encima cuando lo manipulaba.
Aquí me tenéis, dando explicaciones de la maldad de otros. Alguien os debe una explicación. No vale escudarse en el futuro propio ni en el pasado ajeno cuando el veneno se extiende por el sistema nervioso de todos. Soy muy vehemente y vuelvo la cabeza para ver si has llegado a mi punto de partida y veo que que estás allí, en mi pasado. Una enorme congoja me recorre todo el cuerpo cuando se te acercan los buenos de los míos a ofrecerte lo que a mi me dieron ayer.
Me desprendo de mis ropas y de mis ideas. Dejo caer al suelo mis sueños y anhelos. Me desnudo completamente de mi y doy media vuelta. Empieza a oscurecer. Apenas te distingo allí lejos. Intuyo los cuerpos caídos rodeándote y te imagino mirándome fijamente a los ojos desde el tiempo que habité y del que te adueñas ahora. Inicio el desandar de mis pasos. Los que con tan profundo dolor tuve que uno a uno dar hasta llegar aquí. Y acelero el paso. Poco a poco voy alcanzando mayor velocidad y me descubro en una carrera frenética en la que muy lejos me encontraré con alguien que cruzó hoy una mirada en un alto en el camino.
Ya voy llegando y tú inicias tu carrera hacia un pasado ya imposible y no recordado ni por la toxinas de las que estás compuesto. Voy llegando y sabes que vas a caer, lo veo en tus ojos mientras ya no pienso en nada más que en mi regreso, junto a los que intentan eliminar tus toxinas. Caes aparatosamente y te partes la columna. Ahí acaba la carrera.