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El muchacho arranca su motocicleta en el preciso instante en que su madre casca el huevo. Es el final del verano y el chico vive con intensidad los últimos días de sus vacaciones. Será su primer curso en la Universidad.

Con un tenedor, sobre el plato hondo de loza blanca rota por un ribete azulón, ella bate el huevo para la tortilla que cenará su hijo que está apunto de llegar, mientras las revoluciones del motor se acompasan casi al unísono con la proteína mezclándose antes de caer en la sartén caliente sobre unas gotas de aceite humeante.

El Seat león negro se salta un semáforo en rojo y arroya al joven de la motocicleta con gran violencia. Esto sucede en el instante en que el huevo batido cae en la sartén.

La tortilla se enfrió lentamente, pero el alma de aquella madre se heló para siempre en un instante. La vida es lo que se tarda en preparar una omelett.