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Ya solo quedan por embalar los libros del pasillo y desmontar la estantería. Pablo está ahí sentado en el suelo, junto a la caja de cartón y los montones apilados por géneros junto a él. Desde el dormitorio le llega, cada cinco minutos, la voz Laura interesándose por el avance en el embalado de aquellos libros. Mientras cierra las maletas con la ropa de los armarios, ella piensa que ha sido un error dejarle a él esa tarea. Pablo abría cada uno de los libros por la página de respeto y se paraba en cada una de las dedicatorias manuscritas. La mayoría llevaban la firma de sus padres. 42 años regalándose libros el uno al otro y en cada uno una dedicatoria que evidenciaba el profundo amor que se tuvieron:

Pablo está apunto de nacer, y con él renacerá la ilusión por seguir vivos. Aprenderemos con él y por él. Algún día nos hablará de este libro. Feliz cumpleaños, Alba. Te quiero.

Antonio. Granada, julio de 1997.

Pablo deja en libertad una vieja lágrima contenida desde hace mucho tiempo. Piensa en ese libro, esa dedicatoria… esas vidas.